AUTOBIOGRAFÍA
Julio Víctores Espinoza
México D.F. enero
de 2001
Presentación.
Cuando mi vida se regía por el
periodo de la escuela preparatoria, saltó a mi lista de proyectos la
realización de una autobiografía. Dibujé un autorretrato, preparé bocetos para
la portada y ¡quién sabe! hasta escribí algunas líneas, pero por una u otra
razón (otros proyectos más grupales que individuales) no la llevé a cabo.
Luego,
en los trimestres de la universidad vi que un profesor pedía “autobiografía” y
me parecía sensacional la idea de retomar mi anterior proyecto y escribirla aún
sin que me la pidieran.
En fin, lo que trato de exponer es
la sencilla razón de que en otros periodos de mi vida había tenido la firme
intención y el amplio deseo de escribir sobre mí, ahora no lo tengo. Hago esta
aclaración porque me parece un gran sesgo intrapersonal, el querer hacer algo o
no querer hacerlo. Tratado este punto me dedicaré a organizar los eventos más
significativos en función de mis etapas escolares (he aquí el primer ejemplo,
porque pude haber organizado los eventos en función de otros temas). En cuanto
comience el relato se podrán ir descubriendo etapas de mi vida que no tienen
nada que ver con la escuela, pero el eje seguirá siendo los estudios y las
edades en que se realizaron.
Mi Base
Antes de entrar a la preprimaria,
tuve la fortuna de tener amplia educación académica, proporcionada por una
hermana con enormes deseos de “una hermanita”, ya que en mi casa eran hasta el
momento de mi nacimiento, papá, mamá, Miguel, Norma, Daniel y Luis. Ante la
desilusión de mi hermana por no tener lo que ella pedía, al principio me tenía
mucho odio, después ella me atendía en todo, al grado de que yo le decía “mamá”
a ella.
Mi hermana me enseñaba todas las
tardes. Me sentaba frente a un calendario y me ponía a practicar los nombres de
las lunas, “menguante”, “creciente”, etc., también los colores, los números y
en general las cosas que se les pueden enseñar a los niños de dos o tres años.
Recuerdo que fuimos a una posada
familiar, la luz que entraba por las ventanas con vidrios amarillos era suave y
me hacía recordar cosas antiguas. Supongo que fue el primer día en el jardín de
niños, pues parece que no había instalaciones propias para la escuela en ese
entonces y de hecho anduvimos en varios lugares antes de establecernos.
No terminé la preprimaria porque
cuando cursaba el segundo año, me llevó mi mamá a la primaria. Aún guardo en la
memoria lo que argumentaba ante el director, si otros niños más chicos eran
aceptados ¿por qué yo -que ya tenía cinco-, no iba a poder entrar? El director
se dirigió hacia mí y preguntó si quería quedarme, yo contesté que “mejor
mañana”, que no llevaba ni lápiz ni libreta; él me dijo que mi mamá podía ir a
comprarlos en la papelería de la esquina, pero que yo tenía que decidir si me
quedaba en ese momento o de plano no me aceptaba “mañana”, entonces dije que
sí.
Los Eventos Primarios
Mi
hermano Luis recursó el 2º grado y desde ahí fuimos juntos toda la primaria y
la secundaria, era una ventaja tener a algún conocido mayor, porque como en
casi todas las escuelas también existían los “abusones”. Bueno no les decíamos
así, ni les decimos así hoy, pero creo que es una buena palabra para definir a
los “niños malos” o de mayor edad que la aprovechan para intimidar al grupo.
Como era el menor de entre mis hermanos, el mayor, Miguel, a veces se
aprovechaba y nos ordenaba quehaceres suyos. Sin embargo, fue un gran ejemplo
de salud física, a mis 6 o 7 años de edad me llevaba con él a correr y a subir
montañas, creo que de ahí mi gusto por salir fuera de la urbanidad.
Desde el 1er. Grado separé la
fantasía y el juego del trabajo y las consignas, algo que le daría muchos
frutos a la escuela y a mis padres, a mi no. Cuando digo esto, me estoy
refiriendo a que regularmente me sacaban de las clases para ir a concursar y
eso a mí no me gustaba nada, concursé de matemáticas, español, lectura, en fin,
creo que de todas las materias. Nunca supe que significaba la palabra
“concursar”, hasta el sexto año de primaria. Se trataba del concurso “el mejor
alumno de sexto grado”, que era a nivel regional y tuvo como sede la “Columbia
School” de Texcoco. Yo no me preparé para nada, incluso dejé de poner atención
en clase, estaba molesto porque una vez más, me apartarían de mis compañeros,
de nuestros juegos en el recreo, de nuestras charlas, en fin, me separaban de
todo lo que a mí me gustaba. Llegó el día y antes de entrar a la escuela sede
del evento, la directora nos dijo “Ahora si, mis niños, agarren sus nervios
desde la cabeza y bájenlos hasta que puedan pisarlos”, no sabía a qué se
refería, pues yo no conocía los nervios, de hecho creo que eso era lo que me
hacía tener buenas calificaciones, si algo me preguntaban, yo respondía y
punto.
Pasó la prueba, no me sentí a gusto
porque realmente estaba lejos de mi nivel normal de conocimientos. Cuando
dieron los resultados hubo aplausos, felicitaciones entre los directores y
cosas así. Estaba cerca de mi directora cuando ella preguntó a los directivos
del evento en qué lugar había quedado yo. Le respondieron “¿la Miguel Hidalgo
de Papalotla?, en el lugar 16º...” a lo que mi maestra respondió: “¿16º?,
bueno, no estamos tan mal”.
Sólo en ese momento comprendí el por
qué muchos de mis compañeros y compañeras se esmeraban tanto en las pruebas
selectivas de mi escuela, era un solo niño quien representaba a la Miguel
Hidalgo de Papalotla, tarde llegó a mi razón esta reflexión, ni modo.
No todo es triste de los concursos,
es más, se trata del único que no contesté lo que sabía. En los anteriores (que
aunque había molestia, no había enojo) casi siempre estaba en los tres primeros
lugares. No puedo recordar cuántos primeros, segundos o terceros, ni en qué
disciplina pues la escuela (o mejor dicho, la directora) se los enseñó a mi
mamá pero nunca se los dio. Mi familia atravesaba por una buena racha económica
por lo cual cuando me ofrecieron una beca preferí que otra alumna la tomara por
mí. Gracias a las distinciones obtenidas en la primaria mi madre pedía a mi
padre un trato especial para mí y en cierta manera lo había. En casa siempre ha
habido mucho quehacer, cuando mi papá descansaba de su trabajo los cuatro
hombres le ayudábamos con la limpieza y atención de los animales, obviamente
las labores menos pesadas eran para mí, a veces no hacía nada.
La Buena Secundaria
Ya comprendido el sentido de la onda
de los concursos (prestigio, distinción, respeto) en la secundaria las
calificaciones de excelencia fueron una cotidianidad, de eso sí tengo muchos
diplomas. Además del aprovechamiento académico, la declamación, ortografía,
composición de calaveras y los deportes forman parte de mis gratas experiencias
en este periodo de mi vida. Considero que compensa a la mala racha que vivíamos
en casa, pues luego de que mi papá participara de la política municipal hubo
crisis en la economía familiar y eso generaba conflictos, lo bueno -pensaba yo-
es que estoy becado y no soy carga para mis papás.
He
de referirme a los deportes como algo que ha estado presente desde mi infancia,
en la primaria formé parte de la selección de basquetbol en la secundaria de
futbol. Puedo confesar que buen jugador no era, más bien mis gritos de ánimo y
mi carácter perseverante era lo que el profesor valoraba de mi desempeño dentro
de la cancha. Mi hermano Daniel es quien de los cuatro tiene el más potente
físico, tal vez era eso o su arrojo lo que en esta etapa le distinguía en las
competencias deportivas y generaba respeto y admiración de entre sus
compañeros.
Cuando
sí logré tomar el mejor nivel de juego en futbol, estaba en la preparatoria.
Era un equipo de puros integrantes del mismo salón de clases, que como es de
esperarse, tiene buenos, malos y muy malos jugadores. El nuestro era uno de
esos equipos en que la mayoría de sus integrantes no saben ni de qué se trata
el asunto, pues el grupo “Antonio Caso” de la EPT (Escuela Preparatoria
Texcoco) se conformaba de los alumnos con mejores promedios. Antes de pasar a la
prepa, me gustaría mencionar que “la buena secundaria” me ofreció a mis mejores
amigos y a mis primeros grandes amores.
Escuela Preparatoria
Siempre he convivido mucho con mi
hermano Luis, por la cercanía de edad y por la convivencia escolar, aunque lamentablemente
no pudimos ingresar juntos a la misma prepa. A la distancia considero que fue
bueno para ambos pues cada uno formo su propio círculo de amigos y sus propias
experiencias.
De regreso con mi equipo de futbol
diré que la convivencia y las ganas que cada uno de nosotros le ponía a los
partidos era suficiente como para que otros alumnos nos fueran a ver jugar. La
posición que ocupaba era la de portero, regularmente con mucho trabajo ya que
los equipos contrarios llegaban una y otra vez a mi meta. Lo que yo considero
fundamental para haber sido tan buen jugador, es que como portero tenía que
“defender” a todo mi equipo, yo cargaba con esa responsabilidad y lo hacía con
mucho gusto y entrega al ver a mis compañeros realizar su mejor esfuerzo.
Gracias
a mis amigos, aprendí el basquetbol. Con ellos salimos campeones de la EPT casi
al final de nuestros estudios. Realmente el cursar la preparatoria en una
ciudad (Texcoco) donde llegan adolescentes de diversas comunidades, es muy
enriquecedor. Aprendí muchas cosas buenas de cada uno de mis compañeros.
Para
cuando hubo que elegir el bachillerato no teníamos muchas opciones, las áreas
estaban definidas, si querías ser doctor al de la salud, si querías ser
licenciado en derecho, al de ciencias sociales, si querías ser laboratorista al
químico o si el área de los números te gustaba, al administrativo.
Yo
la verdad quería ser otra cosa, por eso cuando vi la carrera de psicología y
que eran pocos los que la habían escogido me incliné por ella y su
bachillerato. En fin, luego de terminar la prepa, bueno, antes nos fuimos en
pequeños grupos a sacar ficha para la UNAM y luego para la UAM, al Politécnico
no fui, ni siquiera quise intentarlo, lo vi como una cárcel de puros burros.
Quizá en la preparatoria fue cuando más me separé de mi padre, pero al mismo
tiempo, cuando lo miré de otra manera. Creo que lo vi desde la perspectiva de
otra persona y eso me ayudó a valorarlo.
Periodo Universitario
Todavía
en duda y con muchas ideas en la cabeza presenté el concurso de ingreso para
nivel licenciatura. El examen de la UNAM fue una papa, muy sencillo. Lo que me
tenía preocupado era que los solicitantes llegábamos a los 45,000 y los lugares
apenas a los 5,000. No apareció mi matrícula en el periódico, me sentí muy mal
pero me dije “a la UAM con todo” y para mi buena suerte así fue, quedé en la
unidad solicitada, en mi primera opción y en el turno que siempre he tenido
para mis clases: el matutino.
El
tránsito por esa escuela (la Unidad Xochimilco) me tiene muy satisfecho, pues
me dio la oportunidad de conocer a muchas y muy valiosas personas, así como a
profesores que colaboraron en mi formación profesional.
Casi
no hice deporte dentro de la UAM, pero en el municipio donde vivo hacía de
todo: futbol, basquetbol, ciclismo, atletismo, montañismo, frontón, etc.
Y Después
Antes
de salir de la universidad participé de obras de teatro como actor principal y
escenógrafo, se trata sin duda, de un periodo muy productivo y feliz de mi
vida. También pude organizar y concretar una rondalla, hasta la fecha hemos
conseguido muchos triunfos y lo mejor de todo: la convivencia entre nosotros y
con nuestras familias.
Ya
el periodo laboral me deja muchas enseñanzas (y creo que faltan otras tantas)
pero la principal y más alentadora es la oportunidad de realizar una actividad
que nos gusta y que además de eso ¡nos paguen por ella!. Ha sido también una
muy buena época esta de final de milenio, aunque complicada. En mi familia ya
tengo dos hermanos casados con un hijo por cada matrimonio, lo que significa
que mis padres ya son abuelos. Es tiempo de cambio y lo bueno de los que vienen
para nosotros es que son positivos.
Para concluir expongo mi filosofía
central de la vida: “hay que estar preparados para todo”, misma que surgió de
otra “Lo malo no es ignorar, sino negarse a aprender”. Ambas producto de los
ideales preparatorianos que añoro algunas veces. Hoy puedo sentirme orgulloso y
feliz de las actividades que he podido experimentar solo y en grupo, el “estar
preparado” me ha dejado muchas satisfacciones y espero poder conseguir aún más.
Psic. Julio Víctores Espinoza