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sábado, 9 de octubre de 2010

Historia de Familia

Formo parte de los “Víctores”, y para empezar nuestro apellido no existía hasta hace unas décadas, para ser exactos, nace con mi generación. Mis padres dejaron que al apellido original le agregaran el “es” ya que según la explicación en esos tiempos fue: “Un nombre no puede ser apellido”. Además, a la familia, que es muy extensa, ya se le conocía como “Los Víctores”.
Estamos hablando del apellido “VICTOR”, desde el bisabuelo y el abuelo (pienso sin temor a equivocarme que desde generaciones antes) en algún momento de su vida fungieron como “gendarmes”, capitanes de policía, “guardianes del orden”, incluso mi tío, el mayor de los hermanos de mi papá, también fue comandante del municipio de Papalotla.
Sin embargo, el apellido “Víctor” tampoco existía, se dice que un español dueño de rancho en Papalotla y de cierta importancia, les “prestó” su nombre como apellido a un grupo de personas a quienes se buscaba exterminar. Al pensar en que los naturales adoptaron muchos nombres de españoles como apellido, no es osado decir que el origen del apellido pudo ser prehispánico. Incluso, uno de los capitanes del Rey Nezahualcóyotl de Texcoco, se llamaba Totocahuan y era originario de Papalotla.
Me pregunto: ¿a quién se le confía ser capitán de un Rey? Uno podría pensar qué valores debe tener una persona para ser de la confianza de un rey, por decir algunas: Leal, incorruptible, valeroso, audaz, inteligente, veloz, perseverante, etc.
A éste respecto encontramos que Víctor tiene su procedencia en el latín victor, siendo su significado: vencedor, victorioso. Origina nombres tales como Victoria, Victoriano, Victorino, Victorio. Su procedencia es compartida, igualmente, con vincens, que origina nombres como Vicencio y Vicente; dado que ambos proceden del mismo verbo: vincere, aunque en diferente tiempo verbal, pues mientras vincens corresponde al participio presente, víctor se refiere a la cualidad de vencedor. Fue un nombre popularísimo durante los primeros siglos del Cristianismo, pues con él se pretendía honrar la victoria de Jesucristo. Casualmente, la calle donde habitaron los abuelos y actualmente muchos de los familiares se llama “Victoria”, tíos y primos también llevan ese nombre.

Los rasgos físicos de los “Víctores”, al menos de la mayoría, es muy parecido al que se relata de los habitantes antiguos o “naturales” de estas tierras, estamos hablando de los acolhuas de Texcoco. Tez morena, cabello abundante y negro, nariz aguileña, altura mediana (1.70 m.), complexión atlética y un carácter aguerrido a más no poder.
Existe una explosividad casi inexplicable en el carácter de los varones y también de las mujeres Víctores. Hay quienes nos consideran agresivos y violentos. Hay razón para ello.
Yo mismo he participado en hechos comprobables, por ejemplo el derribo de una barda que invadía terrenos de la iglesia. Una familia construyó una barda que invadía terreno de la iglesia consagrada a Santo Toribio, Obispo de Astorga, en el municipio de Papalotla. El sacerdote pidió ayuda a la comunidad, al gobierno municipal, llegó el INAH y se firmaron papeles, pero a la hora de la hora, el dueño que había aceptado “donar” el terreno, no quiso y todos ya se retiraban cabizbajos y frustrados. Mi hermano mayor me preguntó:
- ¿Hay papel firmado?
- Sí, -dije- yo mismo firmé.
Acto seguido tomó un marro y comenzó a golpear la barda, la gente se regresó gritando y ondeando sus herramientas pero nadie golpeó la barda hasta que mi hermano pudo generar un hueco, yo seguí su labor y terminamos por derribar la barda.
Lo que expongo aquí, es que los grupos de choque siempre han existido y cumplen con una función muy específica. Claro, los tiempos han cambiado y hoy no se necesita matar a un oponente o pelearse en la primera provocación, pero sí se requiere de valor para lograr objetivos que beneficien al bien común.
Cuando cuento estas historias, me preguntan:
- ¿No te avergüenza?
- En absoluto –contesto al instante-, me siento orgulloso.
- Pero, ¿por qué?
- Porque si mi abuelo no hubiese sobrevivido a los múltiples intentos por cortar su vida, ni mi padre, ni yo, estaríamos aquí. ¡GRACIAS ABUELO!