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martes, 30 de mayo de 2023

AUTOBIOGRAFÍA. JULIO VÍCTORES

  

AUTOBIOGRAFÍA

Julio Víctores Espinoza

México D.F. enero de 2001

Presentación.

 

            Cuando mi vida se regía por el periodo de la escuela preparatoria, saltó a mi lista de proyectos la realización de una autobiografía. Dibujé un autorretrato, preparé bocetos para la portada y ¡quién sabe! hasta escribí algunas líneas, pero por una u otra razón (otros proyectos más grupales que individuales) no la llevé a cabo.

Luego, en los trimestres de la universidad vi que un profesor pedía “autobiografía” y me parecía sensacional la idea de retomar mi anterior proyecto y escribirla aún sin que me la pidieran.

            En fin, lo que trato de exponer es la sencilla razón de que en otros periodos de mi vida había tenido la firme intención y el amplio deseo de escribir sobre mí, ahora no lo tengo. Hago esta aclaración porque me parece un gran sesgo intrapersonal, el querer hacer algo o no querer hacerlo. Tratado este punto me dedicaré a organizar los eventos más significativos en función de mis etapas escolares (he aquí el primer ejemplo, porque pude haber organizado los eventos en función de otros temas). En cuanto comience el relato se podrán ir descubriendo etapas de mi vida que no tienen nada que ver con la escuela, pero el eje seguirá siendo los estudios y las edades en que se realizaron.

 Mi Base

     Antes de entrar a la preprimaria, tuve la fortuna de tener amplia educación académica, proporcionada por una hermana con enormes deseos de “una hermanita”, ya que en mi casa eran hasta el momento de mi nacimiento, papá, mamá, Miguel, Norma, Daniel y Luis. Ante la desilusión de mi hermana por no tener lo que ella pedía, al principio me tenía mucho odio, después ella me atendía en todo, al grado de que yo le decía “mamá” a ella.

            Mi hermana me enseñaba todas las tardes. Me sentaba frente a un calendario y me ponía a practicar los nombres de las lunas, “menguante”, “creciente”, etc., también los colores, los números y en general las cosas que se les pueden enseñar a los niños de dos o tres años.

            Recuerdo que fuimos a una posada familiar, la luz que entraba por las ventanas con vidrios amarillos era suave y me hacía recordar cosas antiguas. Supongo que fue el primer día en el jardín de niños, pues parece que no había instalaciones propias para la escuela en ese entonces y de hecho anduvimos en varios lugares antes de establecernos.

            No terminé la preprimaria porque cuando cursaba el segundo año, me llevó mi mamá a la primaria. Aún guardo en la memoria lo que argumentaba ante el director, si otros niños más chicos eran aceptados ¿por qué yo -que ya tenía cinco-, no iba a poder entrar? El director se dirigió hacia mí y preguntó si quería quedarme, yo contesté que “mejor mañana”, que no llevaba ni lápiz ni libreta; él me dijo que mi mamá podía ir a comprarlos en la papelería de la esquina, pero que yo tenía que decidir si me quedaba en ese momento o de plano no me aceptaba “mañana”, entonces dije que sí.        

 Los Eventos Primarios

     Mi hermano Luis recursó el 2º grado y desde ahí fuimos juntos toda la primaria y la secundaria, era una ventaja tener a algún conocido mayor, porque como en casi todas las escuelas también existían los “abusones”. Bueno no les decíamos así, ni les decimos así hoy, pero creo que es una buena palabra para definir a los “niños malos” o de mayor edad que la aprovechan para intimidar al grupo. Como era el menor de entre mis hermanos, el mayor, Miguel, a veces se aprovechaba y nos ordenaba quehaceres suyos. Sin embargo, fue un gran ejemplo de salud física, a mis 6 o 7 años de edad me llevaba con él a correr y a subir montañas, creo que de ahí mi gusto por salir fuera de la urbanidad.

            Desde el 1er. Grado separé la fantasía y el juego del trabajo y las consignas, algo que le daría muchos frutos a la escuela y a mis padres, a mi no. Cuando digo esto, me estoy refiriendo a que regularmente me sacaban de las clases para ir a concursar y eso a mí no me gustaba nada, concursé de matemáticas, español, lectura, en fin, creo que de todas las materias. Nunca supe que significaba la palabra “concursar”, hasta el sexto año de primaria. Se trataba del concurso “el mejor alumno de sexto grado”, que era a nivel regional y tuvo como sede la “Columbia School” de Texcoco. Yo no me preparé para nada, incluso dejé de poner atención en clase, estaba molesto porque una vez más, me apartarían de mis compañeros, de nuestros juegos en el recreo, de nuestras charlas, en fin, me separaban de todo lo que a mí me gustaba. Llegó el día y antes de entrar a la escuela sede del evento, la directora nos dijo “Ahora si, mis niños, agarren sus nervios desde la cabeza y bájenlos hasta que puedan pisarlos”, no sabía a qué se refería, pues yo no conocía los nervios, de hecho creo que eso era lo que me hacía tener buenas calificaciones, si algo me preguntaban, yo respondía y punto.

            Pasó la prueba, no me sentí a gusto porque realmente estaba lejos de mi nivel normal de conocimientos. Cuando dieron los resultados hubo aplausos, felicitaciones entre los directores y cosas así. Estaba cerca de mi directora cuando ella preguntó a los directivos del evento en qué lugar había quedado yo. Le respondieron “¿la Miguel Hidalgo de Papalotla?, en el lugar 16º...” a lo que mi maestra respondió: “¿16º?, bueno, no estamos tan mal”.

            Sólo en ese momento comprendí el por qué muchos de mis compañeros y compañeras se esmeraban tanto en las pruebas selectivas de mi escuela, era un solo niño quien representaba a la Miguel Hidalgo de Papalotla, tarde llegó a mi razón esta reflexión, ni modo.

            No todo es triste de los concursos, es más, se trata del único que no contesté lo que sabía. En los anteriores (que aunque había molestia, no había enojo) casi siempre estaba en los tres primeros lugares. No puedo recordar cuántos primeros, segundos o terceros, ni en qué disciplina pues la escuela (o mejor dicho, la directora) se los enseñó a mi mamá pero nunca se los dio. Mi familia atravesaba por una buena racha económica por lo cual cuando me ofrecieron una beca preferí que otra alumna la tomara por mí. Gracias a las distinciones obtenidas en la primaria mi madre pedía a mi padre un trato especial para mí y en cierta manera lo había. En casa siempre ha habido mucho quehacer, cuando mi papá descansaba de su trabajo los cuatro hombres le ayudábamos con la limpieza y atención de los animales, obviamente las labores menos pesadas eran para mí, a veces no hacía nada.

 

La Buena Secundaria

            Ya comprendido el sentido de la onda de los concursos (prestigio, distinción, respeto) en la secundaria las calificaciones de excelencia fueron una cotidianidad, de eso sí tengo muchos diplomas. Además del aprovechamiento académico, la declamación, ortografía, composición de calaveras y los deportes forman parte de mis gratas experiencias en este periodo de mi vida. Considero que compensa a la mala racha que vivíamos en casa, pues luego de que mi papá participara de la política municipal hubo crisis en la economía familiar y eso generaba conflictos, lo bueno -pensaba yo- es que estoy becado y no soy carga para mis papás.

             He de referirme a los deportes como algo que ha estado presente desde mi infancia, en la primaria formé parte de la selección de basquetbol en la secundaria de futbol. Puedo confesar que buen jugador no era, más bien mis gritos de ánimo y mi carácter perseverante era lo que el profesor valoraba de mi desempeño dentro de la cancha. Mi hermano Daniel es quien de los cuatro tiene el más potente físico, tal vez era eso o su arrojo lo que en esta etapa le distinguía en las competencias deportivas y generaba respeto y admiración de entre sus compañeros.

            Cuando sí logré tomar el mejor nivel de juego en futbol, estaba en la preparatoria. Era un equipo de puros integrantes del mismo salón de clases, que como es de esperarse, tiene buenos, malos y muy malos jugadores. El nuestro era uno de esos equipos en que la mayoría de sus integrantes no saben ni de qué se trata el asunto, pues el grupo “Antonio Caso” de la EPT (Escuela Preparatoria Texcoco) se conformaba de los alumnos con mejores promedios. Antes de pasar a la prepa, me gustaría mencionar que “la buena secundaria” me ofreció a mis mejores amigos y a mis primeros grandes amores.

 

Escuela Preparatoria

           Siempre he convivido mucho con mi hermano Luis, por la cercanía de edad y por la convivencia escolar, aunque lamentablemente no pudimos ingresar juntos a la misma prepa. A la distancia considero que fue bueno para ambos pues cada uno formo su propio círculo de amigos y sus propias experiencias.

De regreso con mi equipo de futbol diré que la convivencia y las ganas que cada uno de nosotros le ponía a los partidos era suficiente como para que otros alumnos nos fueran a ver jugar. La posición que ocupaba era la de portero, regularmente con mucho trabajo ya que los equipos contrarios llegaban una y otra vez a mi meta. Lo que yo considero fundamental para haber sido tan buen jugador, es que como portero tenía que “defender” a todo mi equipo, yo cargaba con esa responsabilidad y lo hacía con mucho gusto y entrega al ver a mis compañeros realizar su mejor esfuerzo.

            Gracias a mis amigos, aprendí el basquetbol. Con ellos salimos campeones de la EPT casi al final de nuestros estudios. Realmente el cursar la preparatoria en una ciudad (Texcoco) donde llegan adolescentes de diversas comunidades, es muy enriquecedor. Aprendí muchas cosas buenas de cada uno de mis compañeros.

            Para cuando hubo que elegir el bachillerato no teníamos muchas opciones, las áreas estaban definidas, si querías ser doctor al de la salud, si querías ser licenciado en derecho, al de ciencias sociales, si querías ser laboratorista al químico o si el área de los números te gustaba, al administrativo.

            Yo la verdad quería ser otra cosa, por eso cuando vi la carrera de psicología y que eran pocos los que la habían escogido me incliné por ella y su bachillerato. En fin, luego de terminar la prepa, bueno, antes nos fuimos en pequeños grupos a sacar ficha para la UNAM y luego para la UAM, al Politécnico no fui, ni siquiera quise intentarlo, lo vi como una cárcel de puros burros. Quizá en la preparatoria fue cuando más me separé de mi padre, pero al mismo tiempo, cuando lo miré de otra manera. Creo que lo vi desde la perspectiva de otra persona y eso me ayudó a valorarlo.

 

Periodo Universitario

             Todavía en duda y con muchas ideas en la cabeza presenté el concurso de ingreso para nivel licenciatura. El examen de la UNAM fue una papa, muy sencillo. Lo que me tenía preocupado era que los solicitantes llegábamos a los 45,000 y los lugares apenas a los 5,000. No apareció mi matrícula en el periódico, me sentí muy mal pero me dije “a la UAM con todo” y para mi buena suerte así fue, quedé en la unidad solicitada, en mi primera opción y en el turno que siempre he tenido para mis clases: el matutino.

            El tránsito por esa escuela (la Unidad Xochimilco) me tiene muy satisfecho, pues me dio la oportunidad de conocer a muchas y muy valiosas personas, así como a profesores que colaboraron en mi formación profesional.

            Casi no hice deporte dentro de la UAM, pero en el municipio donde vivo hacía de todo: futbol, basquetbol, ciclismo, atletismo, montañismo, frontón, etc.

 

Y Después

             Antes de salir de la universidad participé de obras de teatro como actor principal y escenógrafo, se trata sin duda, de un periodo muy productivo y feliz de mi vida. También pude organizar y concretar una rondalla, hasta la fecha hemos conseguido muchos triunfos y lo mejor de todo: la convivencia entre nosotros y con nuestras familias.

            Ya el periodo laboral me deja muchas enseñanzas (y creo que faltan otras tantas) pero la principal y más alentadora es la oportunidad de realizar una actividad que nos gusta y que además de eso ¡nos paguen por ella!. Ha sido también una muy buena época esta de final de milenio, aunque complicada. En mi familia ya tengo dos hermanos casados con un hijo por cada matrimonio, lo que significa que mis padres ya son abuelos. Es tiempo de cambio y lo bueno de los que vienen para nosotros es que son positivos.

 Para concluir expongo mi filosofía central de la vida: “hay que estar preparados para todo”, misma que surgió de otra “Lo malo no es ignorar, sino negarse a aprender”. Ambas producto de los ideales preparatorianos que añoro algunas veces. Hoy puedo sentirme orgulloso y feliz de las actividades que he podido experimentar solo y en grupo, el “estar preparado” me ha dejado muchas satisfacciones y espero poder conseguir aún más. 

Psic. Julio Víctores Espinoza