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lunes, 11 de marzo de 2019

Cuento: La abuela.

La abuela Un día, se acercó a mí mi nieto, lo noté muy desanimado y le pregunté: - ¿Qué te pasa hijo? - Nada abuelo... - Anda, cuéntale al viejo tu problema, entre los dos quizá encontremos una solución ¿eh? - Me siento muy mal... - ¿Mal? ¿Cómo es eso de mal? - No sé abuelo, creo que nunca voy a encontrar lo que busco... - Y ¿qué buscas? - ¡¡No quiero hablar de eso!!, que siento que nada tiene ya sentido... no creo que entiendas... - No quise molestarte... y si no quieres hablar de ello, está bien. La experiencia jugó su papel y pude deducir que el mal de mi nieto era de amores, así que después de una pausa inicié un relato: “Estaba así, como tú. Pensando que ni los más grandes esfuerzos servirían de nada para encontrar eso que buscaba...” - ¿Qué buscabas abuelo? “Buscaba a una mujer... en aquel tiempo había muchas, como hoy. Pero yo no quería cualquier mujer, no. La mujer que yo quería la había visto en sueños, ya la conocía y estaba seguro de que al verla la reconocería y ella a mí.” -¿Cómo es eso de ya la conocías en sueños? “Así es, yo la conocía, sabía cómo era, lo que me haría sentir al verla...” - ¿Y luego qué pasó? “Pues nada, que durante varios años pensé haberla encontrado, pero cada vez me equivocaba y sufría en silencio mis errores. Al encontrarme con una, por ejemplo, le entregaba mi tiempo, mi alegría, mis sueños, compartía con ella lo mejor de mí y todo mi corazón por entero; luego de un tiempo se retiraba aquella mujer sin sentir nada por mí y sin el menor remordimiento...” - ¿Fueron muchas abuelo? “No, hijo, no lo hubiera soportado. Luego de la primera cambié mucho, bueno, eso digo yo aunque si veo las cosas como son creo que no cambié nada... El caso es que después de toparme con fracaso, tras fracaso y dolor con más dolor, estaba a punto de darme por vencido...” - ¿Tu abuelo...? Pero si... “Ya lo sé, ya lo sé, tu papá siempre me ha admirado por mi fortaleza y por mi perseverancia, lo he escuchado ponerme de ejemplo contigo; no necesitas recordármelo. Pero lo que si te digo es que ya me podrás imaginar sin brillo en los ojos, con la desesperanza en mis brazos, con mis hombros caídos, con los sueños rotos y la mente confusa... eran malos tiempos....” - ¿Como yo ahora abuelo? “Exactamente como tú ahora hijo.” - Pero, no entiendo, algo debiste haber hecho... - ¿Hacer algo? - Sí abuelo, hacer algo ¡tú siempre lo dices! - ¿Algo cómo qué? - No lo sé... buscar, ir a algún lugar... - ¿Para qué? - ¡Cómo que para qué!, ¡Para encontrar a la mujer que buscabas! - ¿Y de qué me serviría buscar, ir a lugares y todo lo que dices? - Pues te serviría para encontrarla ¿o no? - Yo creo que me serviría para precipitarme - ¿Qué dices abuelo? - Sí. Si yo hubiera hecho eso que tú recomiendas, seguro que terminaría con alguien, eso que ni qué. - ¿Y no era eso lo que querías? - No. - ¿Entonces? - Ya te lo dije, yo estaba buscando un sueño... y no lo encontré... ni modo. - ¡No lo puedo creer! ¿Cómo es que tú y papá siempre nos están sermoneando con eso de que no debemos darnos por vencidos hasta el último aliento y todas esas tonterías? - Es que aún no termino... “Verás, también te hemos dicho que para recibir algo, tienes que hacer méritos. Pues bien, dentro de mi tristeza y melancolía, me puse a revisar lo que había hecho para merecer que mi sueño se hiciera realidad, encontré que en efecto, como hijo me había desempeñado correctamente, en la escuela lo mismo, con mis hermanos, amigos y compañeros por igual, incluso mi incursión al servicio dentro de la iglesia lo pensaba terminado satisfactoriamente. Pero nada. Eso me hundió más y dejé de creer que la vida era buena...” - ¿Y cuál se supone que es la lección de tu historia abuelo?, ¿acaso me estás orillando a dejar de creer, a sumirme en mi dolor y melancolía? - ¿Eso crees tú? - Pues no era necesario... ya estoy triste, furioso, ¡estoy harto de esta vida de dolor!... “Eso mismo pensé yo, y dejé de buscar, dejé pasar el tiempo... Una tarde me invitaron a salir, según mi hermano me hacía falta. Pero no fue tan sencillo, como en otras ocasiones me negué. Mi cuñada insistió ¡cómo le agradezco esa insistencia! Acepté. Esa es una de las mejores decisiones tomadas de mi vida. Todo transcurría como siempre, calles llenas de autos, autos llenos de personas y personas llenas de ideas que van desde el análisis al vestido de la novia, hasta el interés por la música dentro de la fiesta. Yo tenía mis ocupaciones, no había aceptado salir sólo para distraerme, tampoco para “ligar”, pero definitivamente haría lo de siempre: disfrutar y compartir la alegría del momento en ese lugar y con aquellas personas. La primera voluntad del destino estaba echada... Bien lo recuerdo: aquel momento vi primero a su madre pasar. Algo sucedía, tenía el presentimiento. Éramos muchos en aquel lugar, saludaron a todos “buenas tardes” el huracán de emociones vino después... Detrás de mí una presencia tal, hasta ese momento desconocida yo diría que era monumental, que no la había sentido en mi vida. no volteé la cabeza y miré al frente, ella a mi lado estaba presente. Muy lejos estaba de suponer que en esa mesa encontraría a una mujer que sólo en sueños vivía en mi fantasía: Única entre toda esa gente y con el alma transparente. No tuve tiempo de nada... con la sonrisa a flor de piel me atrajo con la mirada, la mirada de un ángel. Todo dentro dio un giro y me provocó un suspiro... - ¡¡Bien abuelo!! Encontraste al fin lo que buscabas, me supongo que gritaste de alegría, hiciste al momento todos los planes del mundo, decidido fuiste tras de ella y te le declaraste ¿no fue así? - No, no hice ni lo uno ni lo otro. - ¡¡No!! ¿por qué razón? - El tiempo es la mejor razón. - ¿El tiempo? ¿qué tiene que ver aquí el tiempo? - Mucho. “Cuando uno ha buscado tanto, cuando el deseo por algo es tan fuerte y cuando ese afán es limpio, todo el mundo hace lo necesario para que se haga realidad” - Es que no lo puedo creer abuelo... ¡estaba ahí! Si más no recuerdo era lo que tanto habías buscado, lo que en sueños te había sido revelado... ¡ahí! Contigo, y con la oportunidad de tu vida ¿decidiste esperar? - “Tuve más de lo que esperaba...” - ¿Cómo que tuviste más? - Sí. Una noche inolvidable, con la felicidad por compañera, con la alegría de mi juventud, con algo jamás vivido ¿qué más esperaba? - Pero abuelo... - No, hijo. No podía forzar mi destino, pero lo hice... Le pedí vernos... - ¡menos mal! - No llegó a la cita... pasaron los minutos, más de una hora... - Lo siento abuelo... - No te adelantes, no te adelantes en darme tus condolencias... llamó por teléfono, se disculpó y explicó la situación que había impedido nuestro encuentro. Lo mejor estaba por llegar... y llegó. La invité a un parque de diversiones... - ¿a un parque de diversiones? - Si, ¿qué te extraña? Unos amigos irían y pensé que era una buena oportunidad de divertirnos todos. - ¿Entre puros hombres iría ella? - Desde luego que no. Varios de ellos tenían novia, además, habían invitado a unas amigas incluso sus hermanas estaban en la lista. No hay en esta memoria, recuerdo más grato de un jornada de diversión como aquella, rematada por un viaje en auto con el paisaje más bello y el ocaso de un día que pintó de maravilloso con un sencillo beso en la mejilla... “Te confieso, hijo, que ese tiempo tuvo un aire mágico, sobrenatural, especial... lo necesitaba. Las dos mejores y más alegres fiesta de bodas que yo recuerde fueron aquel día que la conocí y cuando la invité a la boda de tu tía... la mejor jornada de diversión fue con ella, el mejor evento de paga al que asistí fue con ella... en fin. Si he de ser sincero te diré que esa mujer vino a enriquecer mi vida, ¿cómo puedo pagar tanta fortuna?” Y los recuerdos hicieron presa de este anciano, que guardó silencio a mares. Mi nieto correspondió aquel gesto y respetó mi actitud. Pasados algunos minutos y llenándose de valor me dijo: - ¿Es ella mi abuela? - ¿Tu qué crees? Julio Víctores E.

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